miércoles, 31 de diciembre de 2014

PATRIMONIO DE CAMPANARIO

Detalle de la Pica de Xàtiva
Ricardo González Villaescusa
Josep Vicent Lerma 

Levante-EMV, 31 de diciembre de 2014

Asistimos con estupor a la propuesta, populista donde las haya, a favor de la histórica Xàtiva en este caso con la pretensión de devolver las piezas de una supuesta soberanía perdida de esta ciudad, en un esperpento de debate identitario, por llamarlo de alguna manera. Se trata de la peregrina pretensión del presidente de la diputación de Valencia de llevarse del benemérito Museu de Prehistòria, los fondos arqueológicos procedentes de la capital de la Costera: consistentes, fundamentalmente en los restos de los yacimientos de Cova Negra y la conocida como Villa Cornelius (L´Énova), como fue dado a conocer por Levante-EMV (12-11-2014).

Pica de Xàtiva
La rigurosa respuesta de Alfons García en estas mismas páginas (Levante-EMV, 13-11-2014) no es obstáculo para centrar nuestro objeto de reflexión en la pródiga trayectoria de Alfonso Rus en relación con la arqueología valenciana. Trufada ésta de incidentes, como su atrabiliaria negativa en su calidad de alcalde a ceder una célebre antigüedad árabe del Museu de l´Almodí para la exposición “El Islám i Catalunya” en el año 1998, cuando, por aquel entonces nos dejó perlas antológicas del estilo “no presté la pila islámica de Xàtiva a la Generalidad catalana porque no somos Cataluña” (sic) (Levante-EMV, 21-09-1998), no cayendo, quizá, en que tampoco seamos Islam, aunque allá él con sus prejuicios...

En una muestra de competencia en estos y otros temas, el presidente de la diputación pretendía, tratándose de la misma persona ocupando dos cargos políticos, solicitar como alcalde de Xàtiva los fondos de los citados yacimientos, y pasando rápidamente al otro lado de la mesa, cual Groucho Marx, autorizar semejante despropósito. ¿Recuerdan aquello de "la parte contratante de la primera parte …"?

No quisiéramos siquiera entrar en la legítima dialéctica entre los grandes museos arqueológicos “nacionales” y la proliferación más o menos incontrolada de pequeños museos o colecciones municipales, surgidos en muchas ocasiones al albur de la pasada burbuja inmobiliaria. Pero, con los quinquenios que lleva el propio Rus en el puesto, sorprende el despiste que parece haber sufrido, olvidando cuál es la función de los museos que dirige, como verdaderos centros de investigación y no como vulgares almacenes, que pueden albergar los objetos exhumados, conservarlos y restaurarlos. Que éstos son depositarios de piezas arqueológicas únicas, de su conservación, de su catalogación y de que en ellos trabajan técnicos especialmente formados para llevar a cabo todo ello, capacitados para dar respuesta a las peticiones de otros investigadores llegados de cualquier parte del mundo. Asusta que el primer edil de la antigua Saetabis, se haya olvidado de leyes y normas jurídicas por las que se regula qué administración, la autonómica en este caso, tiene las competencias legales, en materia de Patrimonio Histórico. De no ser por este lamentable olvido presidencial, estaríamos dispuestos incluso a celebrar la iniciativa de abrir un nuevo contenedor cultural dotado de personal y línea presupuestaria propia, lo que ciertamente resulta poco probable.

No extrañan pues, los bandazos que han jalonado la errática gestión de los museos de la diputación de la provincia de Valencia con algunos esperpénticos capítulos pendulares. Valga algún ejemplo, como la propuesta de reordenación del Centro Cultural La Beneficencia en 1999, reconvertido por arte de birlibirloque en “Centro Valenciano de la Cultura Mediterránea” de la mano del entonces diputado de cultura Antonio Lis, uniendo internamente Etnografía y Prehistoria en el denominado “Museo de las Culturas”, aunque acabaría denominándose “Museo de Prehistoria y Cultura Popular Valenciana”, en un vaivén nominalista interminable que inspiró unas memorables Las migas “SOS Museos de la Diputación” o “El Museo de Prehistoria” (Levante-EMV, 26-10-1999) de Jesús Civera.

Sin menoscabo de otros, no menos deleznables, proyectos temático-culturales como el del merecidamente caído en el olvido “Parc dels Pobles Valencians”, en el complejo del Psiquiátrico de Bétera, promovido por la anterior presidencia de Fernando Giner.

Ni tampoco olvidar, a modo de coda final, o guía para perplejos, el cambio copernicano de estado de ánimo del espontáneo A. Rus que supone la actual propuesta de retorno a su patria chica de todas las piezas arqueológicas setabenses del museo del vetusto Servicio de Investigación Prehistórica (SIP), frente a su también firme insistencia apenas unos años atrás (2011) en transferir con armas y bagajes museos como el MUVIM, la Beneficencia o el Museo Taurino a la entonces Conselleria de Cultura de Lola Johnson, con el fin, confeso, de recortar en “gastos superfluos” y evitar duplicidades en la prestación de servicios culturales.

Un episodio, a la postre tan incomprensible para algunos como para otros parecen ser las palabras vernáculas gairebé y aleshores.