miércoles, 26 de junio de 2013

LOS "CEREBROS FUGADOS" YA NO PERTENECEN A ESPAÑA


© Josep Berenguel Aparecido en eldiario.es
Recibí el mismo mail que la autora de este artículo y experimenté la misma sensación ante el tono de la misiva "entre ingenuo y entrometido". También "me incomodó del mensaje un cierto regustillo nacionalista. En el mundo científico no hay cabida para los nacionalismos".

Suscribo el artículo palabra por palabra.

Ricardo González Villaescusa
Catedrático de Historia Antigua y Arqueología de la Universidad de Nice - Sophia Antipolis

P. López García, El País, 24 de junio de 2013


La investigación que hace un científico es internacional, pero si tuviera que ser de alguien, sería del país y de las instituciones que la financian, que son las que lo hacen posible.

Soy española y trabajo como directora de investigación para el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS). Vine a Francia en enero de 1995 y, salvo por un periodo de retorno de apenas dos años a una universidad española que me desalentó por su nivel de endogamia, he desarrollado desde entonces mi actividad investigadora en este país, donde actualmente dirijo un grupo de investigación en la Unité d'Ecologie, Systématique et Evolution de la Université Paris-Sud. Hace unos días recibí un mensaje de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). En él, leí: “Me pongo en contacto contigo porque desde FECYT queremos poner en valor la ciencia española que se hace más allá de nuestras fronteras y reconocer así vuestros resultados científicos, en tu caso concreto, en Francia”. El mensaje seguía diciendo que, además, querían fomentar el establecimiento de redes de científicos españoles en el extranjero y me invitaban a participar en la divulgación de la ciencia y el establecimiento de una sociedad basada en la cultura del conocimiento, a facilitar colaboraciones entre los dos países y a ser portavoz de los investigadores españoles en el exterior.

Todo esto parece a priori muy loable, aunque confieso que no dejó de sorprenderme un cierto tono entre ingenuo y entrometido. Los científicos españoles en el extranjero somos ya suficientemente mayorcitos como para crear nuestras propias redes sin ayuda de algún burócrata de una administración repentinamente paternalista. De hecho, en el mundo científico éstas ya existen. Nuestra actividad implica hacer accesibles nuestros resultados a través de publicaciones, de comunicaciones en congresos y de internet. También me incomodó del mensaje un cierto regustillo nacionalista. En el mundo científico no hay (no debería haber) cabida para los nacionalismos. Las ideas científicas están por encima de las nacionalidades y de los individuos que las producimos. Pero, en fin, quizás era todo con buena intención. Pudiera ser.

Lo malo de la edad es que uno va perdiendo la inocencia y se va haciendo escéptico. Dice el refrán que uno sólo se acuerda de Santa Bárbara cuando truena. Como cuando hace unos años recibí en mi domicilio francés una tarjeta sanitaria de la comunidad de Madrid (dirigida entonces por Esperanza Aguirre) que me permitía el acceso gratuito a la atención médica cuando estuviera de paso por mi antigua comunidad de origen. Tras el estupor inicial, la lógica se abrió paso: se avecinan elecciones y todo voto (incluso los ganados inmoralmente) cuenta. No me equivoqué. ¿Sería posible que el mensaje de la FECYT fuera interesado? Una segunda lectura no me deja duda. Releo: “Queremos poner en valor la ciencia española que se hace más allá de nuestras fronteras”. Ciencia española. Ah, resulta que este paternalismo que nos aparece de pronto por parte de las instituciones españolas es interesado. Yo, y como yo todos los científicos españoles que trabajan en el extranjero (me consta que algunos otros han recibido el mismo mensaje), nos hemos convertido por decreto en adalides de la marca España y, a través de nosotros, el estado español se apropia indebidamente de la ciencia que otros países financian.

Resulta irónico que el antiguo ministro de Ciencia y Tecnología Josep Piqué, del partido actualmente en el Gobierno, dijera en 2003 que había muchos más científicos extranjeros trabajando en España que españoles en el extranjero, enormidad que fue desmentida en una carta a la prestigiosa revista Science (4 abril 2003, vol. 300, p. 51) firmada por más de 2700 investigadores españoles en el extranjero. Ahora que el gobierno español ha decidido acabar con la investigación científica por asfixia y que, incluso para él, el panorama científico para los próximos años se anuncia desolador, de repente se acuerda de nosotros como de Santa Bárbara. Y como, en efecto, somos muchos los científicos españoles en el extranjero, qué solución más natural que confiscar el producto de nuestro trabajo fuera de España.

No, señores, no. Yo entiendo que en el pasado España invirtió mucho en nuestra formación, que nos dio becas para estudiar, para hacer una tesis e incluso para salir a hacer una estancia postdoctoral a otro país. Lo reconozco y, personalmente, lo agradezco. Lamentablemente, la política científica en España siempre ha sido errática y miope. Aunque ha habido algún intento de limitar la fuga definitiva de cerebros a través de ciertas iniciativas, como los famosos contratos Ramón y Cajal, éstas han sido, debido a esa política a muy corto plazo y sin continuidad, ineficaces, por no decir incluso perjudiciales. En efecto, muchos científicos con una posición en el extranjero que decidieron volver abandonándola y que consiguieron un contrato de reincorporación a pesar de la endogamia y de tantas otras dificultades, se encuentran ahora abocados a un nuevo exilio tras pasar cinco años en España. Esto ya no es fácil cuando uno no es tan joven, ha formado una familia y ha ido relajando los contactos en el exterior.

Sí, soy española y me solidarizo profundamente con mis conciudadanos, escandalizándome con el nivel de corrupción y de descaro (allí no dimite ni dios). Me solidarizo con mis colegas científicos que resisten con estoicismo ante el naufragio del sistema investigador. Me apena y me indigna la indiferencia y la ligereza con que se trata a la ciencia en ese país. En tiempos de crisis lo mejor que se podría hacer es invertir en ciencia y tecnología para encontrar soluciones innovadoras. En lugar de ello, no sólo no se invierte, sino que se están alcanzando niveles muy peligrosos de inanición que pueden llevar al colapso completo a los sistemas educativo y de investigación. Entonces España habrá dilapidado inútilmente todo el dinero invertido y todo el potencial intelectual exportado graciosamente en forma de fuga de cerebros. Lo lamento, pero ello no hace más lícito el intento por parte de las autoridades españolas de apropiarse del trabajo que hacemos los españoles en el extranjero.
La investigación que yo hago es internacional, pero si tuviera que ser de alguien, sería francesa y europea, pues son instituciones francesas y europeas, pero no españolas, quienes la hacen posible. La ciencia que hacemos los cerebros fugados ya no pertenece a España. Si España quiere enorgullecerse de su ciencia, que la financie.

Purificación López García es directora de investigación del CNRS (Centre National de la Recherche Scientifique) en Francia y dirige un grupo de investigación sobre diversidad y evolución microbiana en el instituto de Ecologia, sistematica y evolución.

jueves, 6 de junio de 2013

LUZ SOBRE EL PASADO ROMANO DE FORMENTERA

Vista aérea del yacimiento de Can Blai © MAEF
Reproducimos el artículo de El Diario de Ibiza dedicado al proyecto de Can Blai, "Luz sobre el pasado romano de Formentera"

C. Convalia, Diario de Ibiza, 5 de junio de 2013

El MAEF y la Universidad de Niza excavarán el ´castellum´ romano de Can Blai (Formentera).

El Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera (MAEF), junto con la Fundación de la Universidad de Niza Sophia Antipolis, llevarán a cabo entre el 8 y el 27 de julio la tercera excavación arqueológica del castellum romano de Can Blai (las dos primeras se realizaron por el MAEF en 1979 y 1980) con el objetivo de profundizar en su historia y en lo que significó durante la época del Bajo Imperio romano, entre los siglos II y IV después de Cristo.

Los responsables de la excavación son el director del MAEF, Jordi Fernández, y el profesor de Arqueología de la Universidad de Niza, Ricardo González Villaescusa, que cuenta con un prestigioso equipo de investigadores expertos en la época romana que intentarán responder a las preguntas que todavía sobrevuelan este vestigio de la historia de Formentera, del que se tiene muy poca información.

Esta fortificación, de tipo quadriburgium, era frecuente en ese periodo en el Mediterráneo. Se trata, en este caso, de un recinto cuadrangular, de pequeñas dimensiones, dotado de torres de ángulo que se levanta a escasa distancia del camí vell de la Mola y al que se accede a la altura del kilómetro 10 de la carretera principal de la isla. Precisamente al otro lado del camí vell se conservan los restos de una antigua cisterna romana, cuya función, con toda probabilidad, era proporcionar agua a los posibles ocupantes del castellum.

Fernández explica que cuando hace 30 años se realizaron las dos primeras campañas, quedaron pendientes determinados trabajos «por razones económicas», ya que el objetivo era ampliar el área de excavación exterior, así como la totalidad del interior de la estructura, por lo que se dejó abierta la investigación.

Añade el director del MAEF que Ricardo González Villaescusa, que ya excavó en Can Blai en 1980, le propuso la iniciativa al haber logrado la financiación mediante la fundación de dicha universidad y de un mecenazgo privado: ´Can Blai. Un fortín bajo imperial de vigilancia costera en el Mediterráneo Occidental´, que cuenta con el apoyo del área de Patrimonio del Consell de Formentera. Fernández resume la excavación como un trabajo para «sacarle todo el jugo al yacimiento de Can Blai».

Las incógnitas

González Villaescusa señaló por su parte que «se sabe muy poco» sobre esta fortificación y que se mantienen «dos grandes incógnitas» en torno a este yacimiento. «Una de ellas –detalló este experto– es la cronología, para ver si es algo de finales del siglo III, principios del IV, o de la época bizantina». El objetivo, agregó, es «definir claramente la fecha ya que la interpretación no sería la misma».

El segundo interrogante científico que plantea el proyecto está relacionado con «saber si el yacimiento fue terminado o no y si entró en uso». Estas dudas se basan en referencias bibliográficas de dos autores que sustentan la teoría de que la estructura está incompleta «al faltar nueve metros de muro en uno de sus lados», precisó.

El catedrático reconoce que la excavación se realiza gracias a su vinculación profesional con la citada universidad francesa y a que siempre se ha sentido muy cercano a las excavaciones realizadas en las Pitiüses, en las que participó, hace años, dirigiendo varias de ellas. Admite que en Francia resulta más fácil conseguir financiación para este tipo de proyectos que en España, a pesar de que la situación económica también afecta a la investigación de las universidades galas.

El proyecto de Can Blai tendrá además una importante parte divulgativa con varias publicaciones y artículos en revistas especializadas. De hecho, está previsto que el MAEF edite una monografía junto al Consell de Formentera en castellano. La propia Universidad de Niza lo hará en francés, y también en una revista en inglés. Además, se editará un video de carácter divulgativo sobre el trabajo realizado. Durante el periodo en el que dure la excavación se organizarán alrededor de una docena de conferencias públicas a cargo de los expertos del equipo y de otras universidades que se celebrarán en la sala de actos del área de Cultura del Consell. Se contepla además abrir una página web sobre los detalles de la excavación y sus resultados.

sábado, 1 de junio de 2013

Y LUIS TOSAR FUNDÓ VALENTIA

Ahora, cuando la antaño amplia panoplia de los intereses de la arqueología urbana valenciana, experimenta el reduccionismo espurio del cierre de foco de los mismos, ante el monotema recurrente de los mitos fundacionales de Valentia Edetanorum, recuperamos del río del olvido, el artículo publicado dos años atrás, por uno de nosotros.
 

Josep Vicent Lerma

Levante-EMV, 20 de abril de 2011


Décimo Junio Bruto, además de la denominación oficial de una desmemoriada plaza del cap i casal, aún sin rótulo metálico reglamentario, de diseño giboso, que muy pocos del vecindario sabrían ubicar realmente junto a la medieval de la Almoina, de nada recomendable traducción al valenciano, es el nombre del cónsul de la hispana provincia Ulterior, que en el año 138 a.C. fundó contra todo pronóstico en la distante demarcación Citerior la ciudad de Valentia, en el corazón del ancestral territorio ibérico, para asentar en ella a los soldados licenciados de las guerras sertorianas —mejor olvide el lector el peplum televisivo Hispania—, según relata el famoso historiador Tito Livio y reproduce grabada a cincel en la piedra desnuda, la ahora maltrecha losa conmemorativa fundacional de la Plaza de la Virgen, revival barroco postrero del arquitecto municipal Emilio Rieta: «D. Ivnivs Brutus cos. in Hispania, is qui sub Viriatho militaverant agros et oppidum dedit, quod vocatum est Valentia».

Hito originario al que en estas mismas páginas ya dedicamos el artículo «Dos mil ciento cincuenta años (MMCL) de Valencia» (Levante-EMV, 17-04-2010), animando en la medida de nuestras posibilidades a las fuerzas vivas valencianistas a la celebración comunitaria de tan fausto evento en el próximo año olímpico 2012. Horizonte en el que encajaría como anillo al dedo la superproducción gallega a protagonizar por Luis Tosar, precisamente encarnando a este mismo magistrado romano, que para sorpresa de muchos valencianos de a pie portaba como sobrenombre latino el de «Galaico», por sus victorias sobre los celtas «gallaeci», después de vadear el mitológico río del olvido Lethes (hoy Limia) en su expedición a los confines del mundo entonces conocido.

Sin embargo la Valencia de los edetanos no es la única urbe cuyo nacimiento se relaciona con Junio Bruto, pues también se le asocia con el origen de Brutobriga, probablemente en el lejano Cerro de la Botija de Villanueva de la Serena (Badajoz). Problemática histórica en la que no conviene olvidar las lecciones de la profesora Mª. José Pena, sobre el hecho de que las emblemáticas acuñaciones monetales valentinas, con el cuerno de Amaltea y los rayos jupiterinos, parecen inspiradas en la iconografía de un célebre denario de Quinto Fabio Máximo Eburneo del año 127 a.C., por lo que finalmente la puesta en marcha de la colonia latina fundada a orillas del Turia pudo ser en realidad una «cosa de familia», en este caso de la familia (gens) Fabia y los veteranos de los ejércitos sustentados económicamente por sus aristocráticos miembros, en cumplimiento de los designios del cónsul «Gallaecus».

Por todo ello y ahora que los hornos de fundición vuelven a echar chispas para conformar la figura en bronce de Juan Pablo II, nos atrevemos a recuperar la idea de la escultura del romano fundador de nuestra urbe, acompañado de la icónica groma de agrimensor, por qué no a falta de mejores rasgos conocidos, con los del noble actor gallego de «Los lunes al sol».