lunes, 22 de abril de 2013

"VASA SPURIA" O LAS SUIDOMAQUIAS "UNICAS" DEL FALSARIO DEL CAMPELLO

Vaso expuesto en la web  Royal Athena Galleries
Por fin El País da buena cuenta de la polémica sobre el vaso ibérico de El Campello. El texto de Esperança Costa publicado por el rotativo debe ser entendido como una rectificación a la noticia del descubrimiento del célebre vaso de El Campello y que reclamamos en su momento al Defensor del lector de este periódico. El artículo da al traste con la estrategia dilatoria de Marta Alonso, Directora general de Patrimonio Cultural de la Generalitat Valenciana.

Vaso expuesto en la web  Royal Athena Galleries


Nos congratulamos de las novedades aportadas por el artículo sobre la presencia de otros supuestos vasos íberos en una galería estadounidense. No sin lamentar que, o bien nos encontramos ante la evidencia de la falsedad de estas piezas o se trata de uno de los mayores expolios del patrimonio arqueológico español. 

Entre claveles y rosas... la conselleria sigue sin mover ficha



El silencio de Cultura sobre el vaso íbero de El Campello aumenta las dudas sobre su autenticidad

Esperança Costa, El País, 21 de abril de 2013

En una cámara de seguridad del Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) un vaso presuntamente íbero, supuestamente del siglo II antes de Cristo, lleva meses a la espera de que alguien lo investigue. La pieza, localizada en la trastienda de un anticuario de El Campello (Alicante), fue calificada como “una de las obras excepcionales del arte íbero” durante una convocatoria de prensa organizada por la Guardia Civil y la Consejería de Cultura el pasado mes de enero.

Un vaso “sin parangón”, dijo entonces el técnico de Cultura José Luis Simón, porque estaba completo y porque las escenas pintadas (guerreros cazando un jabalí) parecían narrar el rito del paso de la niñez a la madurez de un “príncipe” íbero, tal vez procedente de una zona cercana al yacimiento de la Serreta de Alcoi.

Sin embargo, muchos arqueólogos sospecharon que se trataba de una falsificación. Sólo Carmen Aranegui, catedrática de Arqueología de la Universidad de Valencia, se atrevió a opinar públicamente. “Cuando vi la foto en los periódicos, dudé de inmediato”, indica. “El vaso contiene elementos propios de otros ya existentes, cogidos de aquí y de allá, en un corta y pega que ya hemos visto en otras ocasiones”, detalla la experta. “Pero bueno, habría que verlo directamente”

Desde entonces, el silencio impera en la Consejería de Cultura. “El caso está sub judice”, alegan para no dar información y justificar por qué no se ha convocado un comité de expertos, pese a que el juzgado de Instrucción número 8 de Alicante, encargado de la investigación, hace tiempo que requirió un informe pericial de la pieza.

Este periódico ha intentado, con escaso éxito, obtener la opinión de más de una decena de especialistas en arte íbero, arqueólogos y directores de museos. Nadie ha vuelto a ver el vaso, nadie quiere hacer comentarios, ni cuestionar la opinión de Simón ni la de Aranegui, o, simplemente, no están autorizados a hacer declaraciones. El mundo de los expertos se ha quedado mudo, entre otras razones, porque en el ámbito arqueológico todos tienen relaciones laborales, económicas o profesionales con la Conselleria, que es la que decide quién puede o no opinar públicamente sobre sus asuntos “internos”.

Pero algunas personas consultadas que no están en la cadena de mando de la consejería, han contestado con un resoplido: “¡Uf! Me reservo mi opinión”, lo que aumenta más aún la sombra de la duda. “Pero de resultar falso el vaso de El Campello”, opina un arqueólogo que no desea ser identificado, “no pasaría absolutamente nada”. “Todos nos equivocamos”, agrega, “y no sería ni la primera ni la última vez que nos la cuelan”. Otra experta señala que “España entera y el mercado internacional están llenos de falsas cerámicas y plomos íberos con inscripciones”.

El examen pericial ordenado por el juez es fundamental porque no es lo mismo imputar al anticuario del Campello por comercio ilegal de piezas arqueológicas, que por comercio de copias para su venta fraudulenta, es decir, intento de estafa. Pero además, urge el informe porque, si finalmente el vaso es auténtico, ¿de qué yacimiento ha salido? Aranegui opina que “se tendría que hacer un análisis de termoluminiscencia para fijar exactamente la época en que fue fabricado”. Para Alberto José Lorrio, director del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Alicante, “se ha de realizar un análisis de la pasta y de los pigmentos del vaso, porque tanto si es auténtico como falso sería un caso paradigmático para el futuro”. “Estaríamos”, agrega Lorrio, “o ante la expoliación de un yacimiento o ante una red de falsificadores que hay que desmantelar”.

Tanto Aranegui como Lorrio coinciden en criticar las prisas por comunicar el hallazgo sin haber estudiado a fondo la pieza. Verdadero o falso, el vaso de El Campello se habría vendido por unos 3.000 euros en casa del anticuario, según fuentes consultadas, pero su precio en el mercado internacional podría haber alcanzado los 30.000.

Por ejemplo, la página web de la Royal-Athena Galleries (Nueva York), dedicada a la compraventa de objetos antiguos, anuncia como “nueva adquisición” una cerámica íbera descrita como un “Kalathos grande, siglo I a. C.”. Su precio: 30.000 dólares. Aranegui, a requerimiento de este periódico, se muestra rotunda al contemplar las fotos. “Se trata de falsificaciones muy próximas a la de El Campello”, afirma, “por la rigidez del trazo, por demostrar un buen conocimiento de la pintura cerámica de Edeta (Llíria) y por presentar un cálato completo, con las uniones entre los fragmentos apenas erosionadas”.

De la misma opinión es Vicent Escrivá, director del Museo Arqueológico de Llíria y buen conocedor de los yacimientos de la localidad: “Los vasos de esta web son inventados, absolutamente falsos en lo que refiere a su antigüedad, pero piezas únicas y originales para los coleccionistas del futuro”, señala irónicamente. “Al fin y al cabo”, añade, “las cosas valen lo que la gente está dispuesta a pagar por ellas”.
 
La trastienda de los vasos íberos

E. COSTA
Los arqueólogos saben que existen redes organizadas dedicadas a la falsificación de objetos íberos. “Hay auténticos expertos en esto, algunos, viejos conocidos de la policía”, asegura Carmen Aranegui. Pero, ¿cómo se las arreglan los falsarios para engañar hasta a los expertos? En cualquier publicación especializada en arqueología íbera se muestran dibujos, calcos en papel de las pinturas sobre cerámica, que los expertos divulgan para promover el debate científico. Los estafadores podrían usar estos dibujos como plantillas, combinando sus elementos de mil maneras y a diversas escalas, según el tamaño de la vasija encargada. Para lograr el efecto de envejecimiento, la pieza fabricada se rompe, se recomponen y pegan los pedazos y finalmente se le da algún toque añadido, como saltar la pintura o el barro, o agregar algún corrosivo.

martes, 9 de abril de 2013

EL BUSTO DE ALBORAYA, RETRATO DE LORD BYRON

El busto de lord Byron
Desenterramos este viejo artículo de A. Blanco Frejeiro sobre el llamado "Busto de Alboraya", por su interés en relación con el affaire del sospechoso vaso ibérico de El Campello y las artimañas de los falsarios para introducir supuestas antigüedades en los circuitos comerciales y hasta en las colecciones de los museos estatales.

Antonio Blanco Frejeiro, El busto de alboraya, retrato de lord Byron, Boletín del Museo Arqueológico Nacional, IV, 1986, 205-207.

Los avatares de la Segunda Guerra Mundial hicieron afluir sobre España no sólo a personas de aquí y de allá, sino a antigüedades y obras de arte que o bien habían salido antes de ella –caso de la Inmaculada de Soult, la Dama de Elche, el tesoro de Guarrazar y demás piezas intercambiadas con el gobierno francés en 194o bien que encontrándose en el extranjero –como las esculturas del Legado Zayas, hoy en el Museo del Prado entraban entonces por vez primera en nuestra patria. Una de estas últimas había de hacer su entrada con falso pasaporte de española, el que pronto sería conocido como el “busto de Alboraya” (Valencia).

Tras su adquisición e ingreso en el Museo Arqueológico Nacional, el entonces conservador del centro don Augusto Fernández de Avilés daba oportuna noticia del suceso, y en ella leemos: “Ingresó el 1 de septiembre de 1942, adquirido a don A. Sánchez Villalba, de Madrid, quien entregó en esta ocasión un escrito expresando que “el busto fue encontrado en una zanja que hicieron al entrar en el camino de Alboraya; la cabeza apareció unos cuantos metros distanciada del busto”.

El vendedor no era otro que don Apolinar Sánchez Villalba, acreditado anticuario de la Villa y Corte, y hombre de acrisolada honradez. Gracias a él, más de una obra de arte, como las piezas de orfebrería del tesoro de Santiago de la Espada, quedaron en los museos y colecciones españolas en vez de salir clandestinamente con destino al extranjero, razón por la cual don Apolinar gozaba de la estima de don Manuel Gómez Moreno, don Juan Cabré y otros eruditos del primer tercio del siglo. Podemos, pues, dar por descontado que el señor Sánchez Villalba intervino en la transacción de buena fe y con su habitual intención de prestar un servicio al país al tiempo de hacer su negocio.

Tal vez más por una elemental cautela que por desconfianza de la autenticidad del busto, Fernández de Avilés, trató de verificar la noticia. El nombre árabe de Alboraya y la falta de noticias de antigüedades romanas en aquel paraje despertaban sospechas. “Las consultas hechas acerca del descubrimiento del busto, que, por su importancia, parece debiera haber dejado siquiera algún rastro en la prensa, han sido también infructuosas”, dirá nuestro informante, Suponemos, fiándonos de un vago recuerdo, que el encargado de verificar los datos de procedencia sería don Domingo Fletcher Valls e imaginamos su perplejidad al recabar noticias de aquí y de allá entre las gentes de la comarca y volver de sus pesquisas con las manos vacías.

Y es que realmente el “busto romano del camino de Alboraya” ni era de Alboraya ni era romano. Pero de momento, y aún bastantes años más tarde, nadie cayó en la cuenta de ello. El busto ocupó un destacado lugar entre las antigüedades de época romana del Museo, y García y Bellido lo incluyó con todos los honores en su obra magna sobre la escultura romana en la Península Ibérica. Realmente el aspecto del busto era magnífico, y hasta su parecido con un personaje que figura en los relieves de la Columna Trajana, permitía considerarlo posible efigie del tarraconense Lucio Licinio Sura.

La excelencia escultórica del busto no es de extrañar si se tiene en cuenta que detrás de él se encuentra nada menos que la musa y la mano del gran Thorvaldsen, el “nuevo Fidias” como le llamara Brunn, el escultor danés que en unión de su maestro Canova retrataron a Napoleón, a su familia y a los elegantes de la época como si se tratase de Augusto y de la suya. Amén de ello, hicieron restauraciones de estatuas antiguas como las de los frontones de Egina por Thorvaldsen, e imitaciones de lo antiguo tan ajustadas al canon original que algunas han pasado y aún pasan por antiguas, v. gr. el Augusto niño del Vaticano, obra de Cánova.

En el caso del “Busto de Alboraya” su autor no pretendió seguramente hacer un retrato romano con visos de auténtico, teniendo a mano como tendría multitud de modelos con los que trabajar, sino una copia fiel del retrato de Byron. De haber tenido intención de engañar, no hubiese copiado tan servilmente las facciones, el peinado y hasta la toga que estuvieron a punto de delatarlo (Avilés se percata, por ejemplo, de la “nada frecuente disposición de la toga”). El hecho de que utilizase mármol de Carrara demuestra su intención de hacer una obra de mérito, y de hecho lo tiene, pues su espíritu es mucho más romano que el del original de Thorvaldsen.

¿Quién convirtió la copia en un falso retrato romano, cortándole el cuello y causándole las oportunas roturas, manchas y patinado? ¿El autor del busto u otro escultor? ¿Dónde estaba el busto al estallar la guerra, en Francia, en Suiza, en Italia?

Francia es la mejor candidata y la mejor vía de entrada, si se quería hacer algo con el sigilo que permitiese después pasarlo por un hallazgo arqueológico de suelo español. Avilés se percató, por el mármol, de que la pieza era importada, pero la consideraba tan buena, que no dudó en que era “importada en la Antigüedad”.

Creo que nunca despejaremos estas incógnitas. El falsario se salió con la suya. De haber vivido don Apolinar Sánchez y haberse sabido que lo habían engañado, tal vez pudiera dar alguna pista, por lo menos la del intermediario que puso el busto en sus manos y el certificado de que se había hallado en el camino de Alboraya.

lunes, 8 de abril de 2013

NUESTROS ANCESTROS LOS GERMANOS

La traducción de la contraportada de este libro reciente que recuerda algo en lo que insistimos frecuentemente y que ha tenido eco en Plaudite en La fábrica de la arqueología franquista... o en  Hitler y el santo Grial...,

Laurent Olivier, Nos ancêtres les germains. Les archéologues au service du nazisme, Tallandier, Paris, 2012.

Del prefacio de Jérôme Prieur.

Es un secreto bien guardado. Casi el 90% de los arqueólogos alemanes fueron miembros del partido nazi. Puesta al servicio del nazismo, la arqueología otorgó una legitimidad científica a la depuración racial y a la germanización forzosa de la Europa ocupada por el IIIer Reich.

Con los archivos como argumento, Laurent Olivier quita las máscaras sobre el adoctrinamiento de esta disciplina y pone en evidencia su obsesión por probar la presencia germánica en Europa y, en particular, en Francia. Se trataba de estableer el parentesco ente los megalitos de Bretaña y los del norte de Alemania y de Escandinavia para promover la idea de una comunidad de sangre "nórdica", o de probar el pasado exclusivamente germánico de Alsacia. En una minuciosa investigación L. Olivier revela el grado de cooperación de los arqueólogos franceses, junto a sus homólogos alemanes y bajo el régimen de Vichy, en la reconstrucción de los orígenes de la Historia.

Tras la guerra, la mayoría de los arqueólogos que encontraron trabajo al servicio de las instituciones del IIIer Reich continuaron su carrera en la universidad o en los museos, manteniendo una auténtica omertà sobre el pasado nazi de la arqueología.

Un video en el que el autor nos resume el contenido del libro. Una reseña en francés del blog de Tobie Nathan Contre les trous de mémoire, Contra los agujeros de la memoria y la emisión en France Culture sobre el libro.