martes, 14 de agosto de 2012

ENAJENACIÓN DEL PATRIMONIO HISTÓRICO

Venecia, donde se van a vender algunas propiedades. © EL PAÍS
Se dice que la mejor manera de conservar un viejo edificio histórico es atribuirle  una nueva funcionalidad. Un patrimonio en desuso es la mayor garantía de su degradación. Ahora bien, es imprescindible que la nueva función del viejo edificio sea compatible con los principios que rigen la conservación y el disfrute del patrimonio histórico por todos los ciudadanos.

Ya hemos abordado este delicado tema en diversas entradas de este blog. Si la enajenación del patrimonio empresarial del estado es arriesgada y siempre resulta sospechosa y poco transparente, el riesgo y la sospecha, cuando se trata de un bien histórico, es aun mayor. Por definición no es renovable y puede perderse irreversiblemente. 

Esta crisis está afectando doblemente al patrimonio. De un lado, los escasos recursos no se dedican a protegerlo o restaurarlo, el patrimonio se encuentra claramente en peligro, aunque el tiempo no entiende de crisis y la institución atemporal que es la Iglesia se desentiende de su patrimonio en ruinas ante la presión de los poderes públicos por cobrar el IBI a la Iglesia o por las solicitudes de las administraciones para que se ocupe de las ruinas que pueblan el mapa español. Por otro, atrae la atención de los dirigentes de los PIGS hacia los bienes históricos, en los que son especialmente ricos, aunque no precisamente para convertirlos en motor de un desarrollo cultural y económico a medio y largo plazo, sino para obtener dinero rápido por su venta a quienes pueden comprarlo y, por consiguiente, disfrutarlo privativamente. No es seguro que en Italia la subasta de bienes patrimoniales pueda compensar las pérdidas provocadas por otros gastos más onerosos, y probablemente más inútiles, reduciendo así el déficit público. La certeza procede, no obstante, de la evidencia de una pérdida de la titularidad estatal de bienes que pertenecen a todos, no solamente como consecuencia de su clasificación y protección pública, sino también a raíz de su ontogénesis, fruto del trabajo de clases desfavorecidas en beneficio de los señores de la Italia de las señorías y repúblicas. 

El acto de apropriación pública por el que las naciones construyeron su identidad con la ayuda del concepto del patrimonio histórico, clasificado, inventariado, protegido..., sufre una retrocesión en beneficio exclusivo de unos pocos. Los palacios vuelven a ser de las élites y la Ciudad prohibida imperial de Pekin se torna en "Ciudad exclusiva". Paulatinamente, todo vuelve a su sitio y despertamos del sueño en que "lo público" era garantía de justicia social.

En realidad no hay tanta diferencia entre los pauperizados funcionarios griegos que se convierten en cómplices de redes de enajenación de bienes patrimoniales muebles, los corruptos funcionarios chinos que organizaban fiestas privadas para los nuevos ricos del sistema y el gobierno tecnócrata de Mario Monti. Es solo cuestión de escala. Y de poder legislativo para modificar las leyes de suerte que la actividad no sea delictiva.

  • El Gobierno de Monti plantea subastar 350 edificios históricos
  • El último plan de enajenación de inmuebles quedó por debajo del objetivo
Lucia Magi, El País, Roma 13 de agosto de 2012

Las grandes empresas, las fundaciones de arte o los fondos de inversión que quieran disfrutar de un escaparate en la orilla del Gran Canal de Venecia o en el prestigioso barrio de la moda de Milán pueden considerar abierta la temporada de compras. El Gobierno italiano va a poner a la venta 350 inmuebles históricos propiedad del Estado y que se encuentran vacíos. El presidente del Ejecutivo, Mario Monti, y su ministro de economía, Vittorio Grilli, buscan la forma de inyectar en las arcas públicas entre 15.000 y 20.000 millones anuales para reducir la deuda pública hasta que represente el 100% del producto interior bruto (PIB), 23 puntos por debajo de donde se encuentra ahora.

Después de recortar el gasto público —por ejemplo, el viernes el Consejo de Ministros decidió el cierre de 31 tribunales—, introducir el impuesto sobre la vivienda, reformar el mercado laboral y el sistema de pensiones, en el último tramo de legislatura, Monti necesita atacar la enfermedad crónica de la economía italiana: la deuda. No puede escaparse. Italia debe a sus acreedores 1,9 billones de euros. El país está en la línea del fuego junto a España: los mercados dudan que pueda ser solvente.

Así que la reducción de la deuda va a centrar las labores de otoño de los tecnócratas. Se lo piden los gabinetes de asesores, los economistas y también los partidos en el Parlamento. Monti debe frenar el aumento de un lastre que se pone cada minuto más pesado (era el 104% del PIB en 2008, hoy el 123%) para evitar ulteriores rebajas de las agencias de calificación de deuda, mostrarse serio ante los inversores y quizás esquivar el rescate y la firma de compromisos que pondrían en peligro la siempre frágil situación política. Entonces, habrá cumplido con su misión, que, para usar una expresión de Romano Prodi, era la de “desmontar Italia como si de un mecano se tratara y volver a construirla desde principio”. El professore de Bolonia, jefe de un Gobierno que abarcaba a más de 10 partidos, no pudo con ello. El professore de Milán lo está intentando.

Las joyas de la familia


Unas de las soluciones hasta ahora diseñadas consiste en vender las joyas de familia. Roma es propietaria de inmuebles vendibles por 42.000 millones de euros, según relevó la relación sobre el patrimonio inmobiliario preparada el año pasado por la Caja Depositi e Prestiti, propiedad de Hacienda en un 70%.

El momento no es favorable a las compraventas de casas y, menos, de castillos. A finales de 2012 el volumen de negocio del sector inmobiliario cayó un 92% respecto al mismo periodo del ejercicio anterior, según la compañía Real Capital Analytics. No sería la primera vez que Italia intenta hacer caja liquidando sus palacios sin mucho éxito: el fondo Immobili Pubblici ganó 860 millones de euros con la subasta de 140 edificios. Pero había puesto a la venta 394 locales, por un valor total de 3.500 millones. En Bolonia, por ejemplo, se puso a la venta el enorme convento de las Carmelitas Descalzas, de 4.000 metros cuadrados, más patios y soportales. Al finalizar la subasta no había conseguido ni una sola oferta. De los 13.000 millones de precio de salida, se fue rebajando hasta 9.900. Pero tampoco así levantó nadie el brazo para hacerse con este bien inmueble.

Sin embargo, muchas de las propiedades de la pasada tanda de ventas estaban ocupadas y el Estado solo quería liquidez inmediata para seguir pagando el alquiler. Se trataba, para los inversores, de una fuente segura y continua de dinero. Ahora es distinto: los 350 edificios de la lista están vacíos y se pueden ocupar. Los tecnócratas italianos confían en que las firmas puedan verse atraídas por la perspectiva de abrir una sede prestigiosa y con encanto. Por ejemplo, en el Castillo Orsini en Soriano al Cimino, en la región de Lazio (centro), que fue construido por el Papa a mediados del siglo XIII. O en el palacio Diedo en Venecia, construido en el siglo XVIII en pleno Sestiere (los barrios venecianos) Cannaregio, sede de un juzgado hasta hace pocos meses. Precio: 19 millones. Pero hay 17 edificios más en la ciudad lagunar. Milán vende 100 locales, incluido el palacio Bolis Gualdo por 31 millones, en la calle Bagutta de Milán, la zona de la moda más importante del mundo. Los negocios también son cuestión de imagen.

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