martes, 21 de agosto de 2012

DE CASTILLOS, MOROS Y SERPIENTES DE VERANO

Tramo de las murallas de Xàtiva
Ricardo González Villaescusa
Josep Vicent Lerma

Levante-EMV, 21 de agosto de 2012

Más allá de nuestra puntual contribución en estas mismas páginas al debate sobre la cronología del “Castell de les 300 torres” de Onda, con el artículo de opinión ¿Reinos de Taifas? (Levante-EMV, 24-04-2011), la exhibición en las Torres de Quart de una reciente muestra de los trabajos prácticos de castellología de los alumnos del benemérito arquitecto Manuel Ramírez, ha constituido el fermento original suficiente para espolearnos a reunir negro sobre blanco y ordenar ahora en pleno ocio canicular, nuestros propios pensamientos en torno a la irredenta problemática de los arruinados castillos de las tierras valencianas y sobre su incierto futuro. 

Planes de recuperación autonómicos sobre “els nostres castells” (Levante-EMV, 10-10-2008), en feliz titular de Vicent Álvarez, anunciados por mediáticos turiferarios en pasados años de vino y rosas de la Generalitat, caídos uno tras otro en saco roto, como los mismos derrumbados tapiales, mampuestos o sillares de los más de 300 recintos castrales diseminados a lo largo y ancho de toda nuestra geografía. 

En este erial patrimonial, tampoco faltan ilustrativas “serpientes de verano” como el memorable anuncio, digno de los anales de la mejor “arqueología cranck”, ya hace más de un lustro, de restauración inmediata del castillo de Corbera gracias a la filantropía privada de un misterioso magnate árabe, con familia en Alzira para más señas, dispuesto a donar benéficamente hasta 6 millones de euros para rehabilitar esta emblemática fortificación de la Ribera (Levante-EMV, 5-07-2005), en manos públicas después de que en 2003 la Diputación de Valencia indemnizara a con 270.000 euros a sus últimos propietarios. 

El impagable culebrón estival continuaba al día siguiente desvelando en este mismo diario, para pasmo de los lectores, que “el mecenas árabe.... es un magnate del petróleo”, sobre la base de los barruntos de un vecino alcireño intermediario, con el entonces alcalde de Corbera, donde los orígenes islámicos de esta fortaleza medieval, habrían resultado claves para que el ya millonario empresario saudí, dueño de negocios petrolíferos, hubiera decidido apostar por su completa recuperación arquitectónica, apostillando dicho primer edil “Esto va en serio”, con un 90% de posibilidades de éxito. 

La euforia colectiva se esfumaba por completo al tercer día, como el oro negro del inexistente emir, en un giro teatral más propio del genio de la lámpara de Aladino. En realidad resultó ser poco más que una ocurrencia de un historiador aficionado local sobre la lejana posibilidad “en pañales” de que estados de la Península Arábiga en ocasiones pudieran conceder ayudas económicas “cuando les gusta un inmueble de este tipo”. Aduciendo, como único argumento de peso a su favor, que cuando el secretario de la embajada saudí visitó Alzira con motivo de la inauguración de la escultura de Ibn Tomlús, pudo conocer la alcazaba de Corbera “y le gustó” (sic) (Levante-EMV, 7-07-2005).

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Finalmente parece ser que se llegó a preparar un dossier con fotografías de este maltrecho castillo e inscripciones coránicas al uso, para remitir a embajadas de países árabes… y el asunto terminó por pasar a formar parte del sueño de los justos. 

Anécdota que puede erigirse en ilustración del estado actual de general abandono institucional de nuestro patrimonio arquitectónico militar andalusí y feudal, salvo honrosas excepciones como entre otras la mansión señorial de Beselga (Estivella), el “Palau del Baró” de Riba-roja, el expropiado “Castell” de Alaquàs o la restaurada torre mora de Torrent, que, al igual que el eclesiástico amortizado, del que ya nos ocupamos en una entrega anterior “¿El Patrimonio Eclesiástico…es sagrado?” (Levante-EMV, 5-11-2011), requiere de nuevos usos al servicio de la sociedad civil y del ordenamiento del territorio rural, al margen de fantasías orientales, mientras San Expedito, patrono de las causas justas y urgentes, se decida a abrir de nuevo la faltriquera anticíclica de las inversiones públicas.

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