sábado, 3 de diciembre de 2011

LA INHERENTE VIOLENCIA A LA PAX ROMANA


Puede parecer de una obviedad aplastante recordar la violencia consustancial a la dominación imperial romana. Sin embargo, el libro de David Mattingly parece dar un portazo a la reciente historiografía anglosajona sobre el poder imperial que ha dominado el debate de los últimos años.

Es cierto que los conceptos de becoming roman de G. Wolf (1998) "devenir romano" y creolizing de J. Webster (2001), basados en la negociación jurídica o social anglosajona, han aportado interesantes matices dignos de ser considerados por la investigación (véase la excelente síntesis de P. Le Roux en "La romanisation en question" aparecida en la revista Annales en 2004) y que han cuestionado una visión institucional, de arriba a abajo, del fenómeno de aculturación que se produce con la "romanización". No es menos cierto, sin embargo, que estas visiones responden a una reacción característica del relativismo cultural imperante desde finales de los años 1980 y el paso a la ofensiva de la "derecha triunfal y de un orden dominante desclasado" en expresión de P. Anderson (2000).

Nos limitaremos a reproducir la traducción de una reseña de Tom Palaima aparecida en Times Higher Education, no sin recordar las objeciones planteadas por D. Mattingly al concepto de romanización (pp. 38-39):
  • Tiene múltiples significaciones / supuestos, se trata, en consecuencia, de un paradigma imperfecto.
  • Se trata de un término poco probado, supone que el cambio cultural fue unilineal y unilateral
  • Forma parte de un discurso colonial moderno sobre la naturaleza del imperio.
  • Pone el acento en los lugares de ejercicio del poder  por las élites, los monumentos romanos del Estado, y la cultura de una élite.
  • Conduce a los investigadores a adoptar una postura pro-romana, principalmente de arriba a abajo.
  • Resta importancia a los elementos de las sociedades indígenas, sugiriendo una continuidad cultural.
  • Refuerza una interpretación de la transformación de la cultura material simplista y reductora (aculturación, emulación...)
  • Presta más atención al grado de homogeneidad entre las provincias que al grado de diferencias o de divergencia.
O las interesantes observaciones que hace el autor sobre la relación existente entre determinadas formas de entender el imperialismo con la distribución de las potencias imperialistas en los siglos XIX y XX, o el mapa que representa los países con "déficits democráticos" en el mismo periodo en el espacio del antiguo Imperio Romano.

Un libro que bien merece una rápida traducción al castellano.

Bibliografia
Anderson, P., 2000. Los orígenes de la posmodernidad, Barcelona: Editorial Anagrama.
Mattingly, D.J., 2010. Imperialism, power, and identity: experiencing the Roman empire, Princeton University Press.
Roux, P. Le, La romanisation en question. Annales E.S.C., 59e année (2), págs.287-311.
Webster, J., 2001. Creolizing the Roman Provinces. American Journal of Archaeology, 105(2), pág.209.
Woolf, G., 1998. Becoming Roman : the origins of provincial civilization in Gaul, Cambridge  U.K. ;New York  NY  USA: Cambridge University Press.

Traducción de la reseña de la obra de D. J. Mattingly, Imperialism, power, and identity: experiencing the Roman empire, Princeton University Press, 2011.


El retrato de la naturaleza de la explotación bajo la norma imperial romana

Fotografía de Sebastião Salgado
De las imágenes que se ofrecen en esta obra, hay una que persiste en la memoria y fustiga la conciencia. En una reciente fotografía de Sebastião Salgado de la mina de oro brasileña de Serra Pelada, la vista se pierde sobre innumerables seres humanos hormigueando en fila, de arriba, abajo, por los lados, de la gran fosa abierta por medios no mecánicos, exclusivamente con la fuerza de sus cuerpos.

Lo monstruosidad de la imagen se deriva del uso que hace Mattingly de la misma como una reliquia moderna de las condiciones de trabajo pre-industrial que prevalecieron durante el Imperio Romano. En el capítulo sobre los metales y las minas, el autor analiza cómo los recientes estudios arqueológicos y el análisis de los restos animales y vegetales, como la composición del suelo, han permitido revisar la imagen que los estudiosos se habían formado a partir de fuentes históricas del "infame centro de la minería del cobre romana" en la antigua Phaino en el desierto, al sur de Jordania.

Mattingly sostiene que las minas imperiales de Phaino, como cientos de ellas en España, Gran Bretaña y otras regiones del Imperio, hicieron uso de esclavos y del trabajo forzoso -disponemos de la descripción de la salvaje persecución de cristianos en Phaino a inicios del siglo IV d.C.- pero la mayoría de las minas no podría haber funcionado sin lo que hoy llamamos "mano de obra libre". Una gran parte de la "fealdad de la explotación imperialista de las personas", en la Antigüedad o en época moderna, es que crea las condiciones de atracción de un sinnúmero de anónimos seres humanos que se destruyen por la búsqueda de pequeñas mejoras en su bienestar material, y todo ello en beneficio de élites lejanas.

El Imperio Romano, al igual que los modernos imperios, "no era un partido neutral, algunas elites provinciales fueron notablemente más favorecidas que otras en la competencia por los puestos y los beneficios". En la interna lucha feroz que se desarrollaba en las provincias, "por cada ganador... había cientos de otras personas cuya explotación consolidó la posición social de las élites".

El título del libro de Mattingly no es publicidad engañosa. Su tratamiento de cómo es un imperio y el imperialismo, de cómo el poder impregnaba todas las relaciones y transacciones -personal, social, política, sexual y económica- en cada rincón del Imperio, de qué manera el insaciable apetito de recursos en época romana imperial eliminó vidas humanas y causó un daño perdurable en los paisajes naturales, y cómo los individuos y colectivos configuraron su identidad bajo el dominio imperial romano, nos hace experimentar lo que era ser parte del sistema de energía de ese imperio. Tiene razón al señalar que no podemos entender cómo y por qué el imperio abarcaba una parte del mundo y de sus pueblos, cómo lo hizo y se prolongó durante mucho tiempo, salvo que prestemos atención al poder "y a la desigualdad (que) se encuentra en el corazón de (su) discurso ".

Mattingly argumenta también de forma convincente numerosos aspectos clave de su interpretación. En primer lugar, no existía el concepto o la forma de un imperialismo en el trabajo en el seno y a lo largo del Imperio Romano. En segundo lugar, las ideas, defendidas por las elites cercanas a los centros de poder, de su "misión civilizadora", su relativa moderación (citando a Cicerón en De officiis) en el uso de la violencia del poder, o sus humanitarios deseos por mejorar la condición humana en las diferentes partes del mundo que fueron integradas, directa o indirectamente, por la violencia armada, fueron racionalizaciones ad hoc muy posteriores.

Sin embargo, estas ideas tuvieron tal poder hipnótico que persisten en algunos historiadores británicos clásicos, hasta el punto de afirmar, en la década de 1920, que el Imperio Romano "se elevó por encima de los métodos de la fuerza bruta con una burocracia bien concebida", o que "hizo un auténtico esfuerzo para unir libertad e imperio", ofreciendo "una interesante analogía a modernos experimentos similares ". Tales interpretaciones de la historia romana influyeron en los participantes en el experimento imperial británico. Como observa  Mattingly, en 1938 seis de los ocho gobernadores de las provincias de la India tenían títulos de estudios clásicos obtenidos en la  Universidad de Oxford.

Dacio caído de la columna de Trajano (Stoa.org)
En tercer lugar, Mattingly discute la visión de Ronald Syme de que no hubo algo como la romanización, ya que no existió nada como "la ejecución de una política deliberada" bajo el régimen romano. El autor cita con acierto la observación de Michel Foucault para explicar lo que debía ser en realidad vivir en cualquier lugar y en cualquier momento dentro de los límites del Imperio Romano: "Me parece que el poder siempre está ahí, que uno nunca está "fuera", que no hay "márgenes" para juegos para los que rompen con el sistema" [M. Foucault, Power/knowledge : selected interviews and other writings, 1972-1977, 1980].

Las escenas de la columna de Trajano que representan las campañas del emperador contra los dacios demuestran que no hubo "márgenes" en los Balcanes romanos. En los relieves se representan, sin complejos, aldeas incendiadas, animales sacrificados, hombres ejecutados, mujeres sometidas y refugiados deportados. También fue utilizado el poder opresivo con el fin de explotar los recursos y exigir impuestos.

Prisioneros del trofeo de Augusto en La Turbie
Cuando Dión Casio, comenta la revuelta contra la opresión de Panonia, ocurrida un siglo antes, cita la [justificación del cabecilla Bato de su rebelión contra Roma] "vosotros romanos, tenéis la culpa, que no enviáis a perros ni pastores para cuidar de vuestros rebaños, sino a lobos". Costó un tiempo que los emperadores y sus ejércitos consiguieran acabar con la sublevación con los métodos de fuerza bruta.

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