martes, 15 de junio de 2010

ACERCA DEL TRIBUNAL DE LAS AGUAS Y OTROS MOLINOS IDEOLÓGICOS

Ricardo González Villaescusa
Josep Vicent Lerma
Levante-EMV, 15 de junio de 2010

No hace tanto que la biografía profesional del historiador E. Hobsbawm recordaba el actual peligroso momento en que la Historia está siendo inventada, hoy más que nunca, por personas y grupos sociales, corporaciones económicas mundiales o confesiones doctrinales cuyo objetivo último no es necesariamente alcanzar la verdad objetiva en el conocimiento del pasado, sino reinventar aquél que mejor se acomoda a sus metas ideológicas identitarias o como los definía certeramente el medievalista P. Iradiel por "creadores de historias de lo que pudo haber sido" (Levante-EMV, 31-08-08).

La muestra fotográfica recién clausurada en la errática programación de la Sala de Exposiciones temporales de L'Almoina "El Tribunal de las Aguas de Valencia. 1050 años de justicia de la Huerta de Valencia" nos permite reflexionar colectivamente sobre los intrincados vericuetos sociológicos del uso y abuso en la construcción oficial del relato histórico por parte de determinados sectores de los vigentes poderes públicos, probablemente con la ingenua anuencia de Aguas de Valencia y la interesada vocación residual de algunos de recrear un improvisado patriotismo de aldea gala basado en presupuestos atribuidos fabulosamente a las sacrificadas artes de Clío.

En este sentido, poco importa que el profesor Thomas F. Glick, ya en su momento consagrara en 1988 buena parte de su valioso tiempo a una antológica tesis doctoral -Regadío y sociedad en la valencia medieval- que aún hoy continúa siendo el estudio global de referencia más completo e innovador que se hiciera de la Huerta de Valencia y su universalmente reconocido tribunal de las aguas, ni que profesores de la Universitat de València como E. Guinot o J. Hermosilla hayan continuado, gracias a programas de investigación financiados e incluso editados por la propia Generalitat Valenciana -Camins d'Aigua. El Patrimoni Hidràulic Valencià (2005); El patrimonio hidráulico del Bajo Turia: l'Horta de València (2007)-, progresando en la resolución de sus arcanos orígenes, intrincada estructura territorial y problemática dinámica evolutiva, en el punto y hora en que su desconocido para la comunidad científica comisario expositivo, editor del desaparecido letrado Giner Boira por más señas, otorga carta de naturaleza a la epifanía fundacional de esta ancestral curia de justicia vernácula, nada más y nada menos que durante el lejano gobierno del califa omeya Abd al-Rahman III en el preciso año 960 A.D. Despropósito increíble incluso para el gran arabista Julián Ribera Tarragó (1858-1934), sobre el ya advertíamos últimamente (Levante-EMV, 18-04-10).

Por el contrario, la conformación colegiada de los ocho síndicos correspondientes a las acequias mayores -Tormos, Mestalla, Rascanya / Quart-Benàger i Faitanar, Mislata, Favara, Rovella- del Tribunal de las Aguas tal como es conocida contemporáneamente, al igual que el antiguo paisaje irrigado de la ahora terminal vega valenciana en el que encontraba su axiomática razón de ser y a cuyo incierto futuro comprometemos una nueva entrega en estas mismas páginas, no puede resultar inteligible de un modo racional como una realidad atemporal inmutable sino como el producto o la amalgama resultante de una lenta construcción intergeneracional y plurisecular.

Por consiguiente y a modo de colofón, los simples intentos interesados de postular la foto fija de la transubstanciación automática de los turbantes de agrónomos que excavaban canales de riego tribales y rezaban cinco veces al día en dirección a la Meca por las honradas blusas-toga de los labradores valencianos sin solución de continuidad, pueden colegirse, de acuerdo con el conocido aforismo, como el burdo afán doctrinal por parte de algunos adictos de los conflictos hidráulicos para todos de "llevar el agua a su molino y dejar seco el del vecino".

Empeño baldío a la postre, que, no obstante lo establecido genéricamente en Els Furs del rey conquistador Jaime I en el capítulo "De servitut d'aygua" en torno al mantenimiento de cuanto fue acostumbrado "en temps de Sarrahins", parece obviar la única prueba documental árabe conservada del año 1232, relativa a un pleito de aguas entre las alquerías de Torres-Torres y Càrcer en el valle del río Palancia,  que descubre a las claras que no fue resuelto por ninguna corte comunal de campesinos sino por la sola autoridad individual de un "alcadí" (juez) de Morvedre.

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