lunes, 24 de mayo de 2010

GUÍA DEL CLIMA EN ESPAÑA

Ricardo González Villaescusa

Reseña aparecida en Apuntes de Ciencia y Tecnología nº 15, junio de 2005

Vicente Aupí, Guía del clima de España. Omega, Barcelona, 2004

Bloques de hielo que se precipitaron sobre España en enero de 2000, la catástrofe de Biescas de 1997 o la caída a -30º C de los termómetros del observatorio de Calamocha en la madrugada del 17 de diciembre de 1963, pueden ser tan “normales” como los periodos en que los datos del clima son estándares. Una ciencia como la meteorología, que ilustró con la célebre imagen del “efecto mariposa” la física del caos, parábola de divulgación científica más que otra cosa, intenta en el momento actual determinar el alcance del denominado cambio climático. Los científicos intentan ponerse de acuerdo sobre la realidad del cambio originada por el impacto de la sociedad industrial sobre nuestro planeta. Sin embargo, ahora que el concepto “cambio climático” empieza a ser aceptado y utilizado por la gente de la calle tras las olas de calor de los últimos veranos, tampoco pueden ser considerados todos los fenómenos “anormales” como síntomas de ese cambio climático. Un buen ejemplo de estos excesos es el haber oído, por el autor de estas líneas, que el Tsunami del sureste de Asia podía tener su origen en el cambio climático, cuando no se trata de un fenómeno meteorológico sino sísmico.

El libro intenta dar respuestas a algunas de estas cuestiones y pretende contextualizar la “anormalidad” de algunos fenómenos en la “normalidad” de las series climáticas y en el comportamiento de la atmósfera, “la máquina más compleja que existe en la naturaleza” según el autor. Sin negar la evidencia de un calentamiento global (página 28 del libro), perceptible en las décadas de los 80 y 90 del pasado siglo, es cierto que no seremos capaces de valorar este fenómeno si atribuimos al fenómeno cualquier situación “anormal” y no despejamos las verdaderas incógnitas.

Este interés por incorporar a la reflexión el impacto en la sociedad de los fenómenos atmosféricos es uno de los logros de la obra. Es consecuencia de la actividad periodística del autor sobre temas meteorológicos en el periódico de mayor tirada de la Comunidad Valenciana (Levante-El Mercantil Valenciano); se añade además la capacidad divulgativa del autor, que incorpora al texto numerosas ilustraciones y tablas de series climáticas. Todo ello acaba haciendo un libro divulgativo de un tema complejo pero que tiene a nuestra civilización “pendiente del cielo”, quizá, más que en aquellos tiempos, no tan lejanos, en que el ser humano no disponía de instrumentos de medición ni instrumentos conceptuales para comprender y predecir los fenómenos atmosféricos. El carácter divulgativo se ve acrecentado por una cuidada edición con numerosas fotografías del trabajo de campo del propio autor en su mayoría, imágenes de satélite y mapas del tiempo, en color, mérito que cabe atribuir a la editorial Omega.

El Capítulo 1, como se ha dicho, nos adentra en las implicaciones sociales del clima y los evidentes síntomas del calentamiento de las últimas décadas. Sigue un Capítulo dedicado a los extremos climáticos, a las puntas de sierra de las series estadísticas recogidas por los observatorios repartidos por la geografía española. El tercero está dedicado a "Los caprichos de la atmósfera", donde se dan cita los tornados, la catástrofe de Biescas y los inviernos cálidos y veranos fríos, como consecuencia de la confluencia de factores que desencadenan fenómenos caprichosos” en el comportamiento atmosférico. El Capítulo 4 está dedicado a las anomalías climáticas iniciadas en el siglo XX, esas de las cuales está pendiente la sociedad actual; mientras que el Capítulo 5 se centra en el escenario climático actual, el de nuestros días. El 6 es un capítulo dedicado a los escenarios climáticos posibles: anticiclones invernales, nevadas, temporales de levante, nieblas… El capítulo 7 hace un repaso a los rasgos climáticos de las comunidades autónomas como consecuencia de la variabilidad climática de la geografía española. El Capítulo 8 es un prontuario cronológico de fenómenos históricos del clima de España. Finalmente, el Capítulo 9 se centra en el cambio climático en España pues “figura entre los países donde los modelos teóricos elaborados por diversos grupos de científicos auguran una subida de las temperaturas paulatina en las próximas décadas, y claras alteraciones del régimen de precipitaciones”. Las tablas de datos de los observatorios de la red principal, con temperaturas máximas, mínimas, medias, precipitaciones, de todo el país…, cierran el volumen.

Sólo cabe una última reflexión suscitada por la lectura del libro desde la interdisciplinariedad de quien se ocupa de la investigación arqueológica desde hace años. Los estudios sobre el clima son deudores de las series estadísticas existentes desde mediados del siglo XIX, según las zonas. Sin embargo, la preocupación de nuestra civilización por el cambio climático hace que se dediquen esfuerzos a observaciones indirectas sobre el clima y el edio ambiente desde las disciplinas históricas y arqueológicas. El Consejo de Europa financió un proyecto, Archaeomedes, que pretendía rastrear el origen de las causas de la desertización y desertificación, para lo cual recurrió a historiadores y arqueólogos liderados por Sander van der Leeuw de la Universidad de Cambridge, y posteriormente de La Sorbona. Las transformaciones agrarias de los paisajes desde el Neolítico, la presión medioambiental de la sociedad imperial romana eran evidenciados y rastreados por los análisis edafológicos y sedimentológicos de los estratos que cubren yacimientos arqueológicos que tienen una determinada cronología; o por las transformaciones de las estructuras agrarias evidenciadas por los análisis de la morfología de los paisajes agrarios.

Los fenómenos extraordinarios en forma de riadas y aluvionamientos o de erosión, también son perceptibles y contextualizables en periodos históricos a través de los restos de instalaciones agrarias de las sociedades pretéritas. De esta forma, la observación restringida en el tiempo, aunque intensiva, de las series estadísticas existentes desde el siglo XIX se ven completadas por observaciones extensivas pero de “larga duración” que permiten calibrar las anomalías climáticas en un periodo muchísimo mayor que el que ofrecen las series estadísticas.

Solamente pondré un ejemplo. Los registros arqueológicos que encontramos en el Mediterráneo permiten observar picos de inundaciones y procesos erosivos posteriores en varios siglos a la época imperial romana y que han sido interpretados como la consecuencia directa de la fuerte presión ejercida sobre el medio en el momento de máxima explotación agropecuaria destinada a una economía de mercado: los siglos I y II d.C. Una observación puntual en un periodo de tiempo corto, los 150 años que transcurren entre mediados del siglo II d.C. y el siglo III d.C. podrían haber incitado a interpretar los síntomas del cambio climático de ese momento como picos en las series estadísticas, aunque no la realidad de las transformaciones profundas que se percibirían con posterioridad. Igualmente, la percepción climática que un observador del siglo V d.C. podría tener jamás habría podido conectarla con los momentos de mayor presión sobre el medio de algunos siglos atrás. La enseñanza parece evidente, si queremos entender los fenómenos anómalos del clima actual que anuncian un panorama poco alentador de futuro, debemos retrotraernos a los del pasado, analizando los del presente y separando el polvo de la paja, los fenómenos normales de los extraordinarios. Como diría March Bloch “es el presente el que plantea y formula las cuestiones del pasado y es el pasado quien esclarece la extraña singularidad del presente”.

En definitiva un libro que no puede faltar en la biblioteca de aquellos que de vez en cuando miran al cielo y se preguntan si caerá sobre sus cabezas.

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