viernes, 30 de abril de 2010

LA ARQUEOLOGÍA EN FRANCIA: HISTORIA DE UN COMBATE


Traducción de la reseña: L’archéologie en France: histoire d’un combat de Samuel BERTHET aparecida en NONFICTION.FR (16 abril 2010)


J.-P. Demoule, C. Landes (dir.), La Fabrique de l’archéologie en France. París:  La Découverte, 2009, 301 páginas.


Este libro edita las actas de un coloquio organizado por el INRAP (Institut national de recherches archéologiques préventives) y el INHA (Institut national d'histoire de l'Art) en París en 2008, bajo la dirección de Jean-Paul Demoule y Christian Landes. Después de un rápido recordatorio de las primeras etapas de la arqueología y el papel pionero de las sociedades científicas en Francia, los autores se interesan por el proceso de construcción de un marco institucional para esta disciplina, lo que supone el núcleo principal de la obra. El eje central hace hincapié en la transición entre una lógica centrada en la conservación de las antigüedades, de los monumentos y de los yacimientos a la noción de arqueología preventiva. Más que una historia de la arqueología, se trata de un balance de un siglo de lucha con el objetivo de adquirir el reconocimiento de la disciplina arqueológica y una legislación adecuada. Argumentos para un combate que todavía continúa.

La primera parte de La Fabrique de l’archéologie en France puede leerse, indirectamente, como un apasionante retrato de la Francia de la Tercera República, país donde el apego a la propiedad privada es tan fuerte que choca frecuentemente con los intereses del Estado. Ahora bien, en relación con la arqueología, este "interés general" tardará en definirse. Con razón los estudios reunidos en la obra hacen especial hincapié en esta dimensión. El dinamismo de las sociedades científicas alimentó el desarrollo de la arqueología del siglo XIX e inicios del XX, pero cuyo aliento posteriormente fue debilitándose. Sin embargo, ese impulso permitió a partir de la primera mitad del siglo XIX que se instauraran los marcos institucionales en los que la joven disciplina se integró: la Société française d’archéologie en 1836, el Comité des Travaux Historiques et Scientifiques, que celebró su primer congreso en 1861, el Musée des antiquités nationales inaugurado en 1867… Precisamente, fue merced al impulso otorgado por un régimen no democrático a esta última institución, cuando se consigue un proyecto arqueológico de carácter nacional. La centralización, o al menos la coordinación de los esfuerzos en materia arqueológica tardará, no obstante, en constituirse. Mientras que la proyección exterior de la nación francesa parece confortable (piénsese, por ejemplo, en la expansión colonial de los años 1880), la voluntad de otorgar un marco institucional a la investigaciones arqueológicas para mostrar el pasado de la nación encontraría toda una sucesión de obstáculos. El estudio de esta carrera es la oportunidad de hacer un retrato de la sociedad francesa: la de los notables de la Tercera República, una Francia cuyo provincianismo actúa al mismo tiempo como motor y freno para las investigaciones arqueológicas.

Por eso las grandes figuras de la arqueología aceptaron de buen grado que ninguna legislación vinculante permitiera prevalecer el interés del Estado sobre las iniciativas y la explotación privada de los recursos del suelo francés a lo largo de la Tercera República, al mismo tiempo que otros Estados europeos comenzaban a proteger su patrimonio oculto. Finalmente correspondió al régimen autoritario de Vichy legislar por primera vez de manera significativa sobre la cuestión de la protección de los vestigios y sobre las excavaciones por medio de la llamada "ley Carcopino", nombre deudor del apellido del historiador de la antigüedad romana y Secretario de Estado de Educación nacional y Juventud que permitió su promulgación y publicación entre septiembre de 1941 y enero de 1942. Tanto tiempo esperada por los investigadores, el régimen autoritario de Vichy podrá promulgarla sin temer las idas y venidas entre las distintas cámaras legislativas y los debates parlamentarios que habrían podido comprometer el proyecto legislativo. En un momento más democrático, los grupos opuestos a la influencia del Estado sobre lo que durante mucho tiempo se consideró como un privilegio o un derecho derivado del de la propiedad privada habrían podido intentar ejercer presión sobre los representantes de la nación para que limitaran el margen de protección de los vestigios arqueológicos y de las excavaciones. Estas disposiciones legales no se cuestionarían con la Liberación. Falta de protección y de marco jurídico del régimen republicano, la arqueología francesa arrastraría durante mucho tiempo el estigma de esta impronta tan inevitable como embarazosa.

Un itinerario turbulento
Jean-Paul Demoule lo dice en su introducción: la historia de la arqueología como disciplina y como praxis dice mucho sobre las ambiguas relaciones que mantiene la Francia con su pasado. Esta ambigüedad se debe a lo que podría calificarse como "complejo de la guerra de las Galias". ¿Cómo podía la arqueología, en el contexto de una ciencia al servicio del proyecto nacional, justificar la exhumación de los vestigios de lo que Julio César describía como un territorio habitado por tribus bárbaras, que a fuerza de estar divididas más fácilmente podían ser derrotadas? ¿La Galia atrasada y sin aparente unidad, era el mejor referente para la nación francesa centralizada y potente que quería la Tercera República con el fin de borrar la derrota de la guerra franco-prusiana de 1870? Este "complejo de la guerra de las Galias" explica probablemente que la pasión excavadora francesa se despliegue de más buen grado fuera del hexágono que en la metrópolis. La preocupación por la proyección exterior y la misión civilizadora de Francia eran más compatibles con las misiones arqueológicas en Egipto, Grecia, Italia, o incluso en el sudeste asiático, que exhumaban a la luz el patrimonio de civilizaciones prestigiosas a las que Francia podía asociarse. Una ambigüedad que apenas se sugiere en La Fabrique de l’archéologie en France. Tampoco se interesa la obra por la relación entre arqueología y colonización en el marco de la construcción científica de la disciplina, salvo en algunos aspectos administrativos y en el momento de la descolonización. Se trata de un posicionamiento que no vuelve el libro menos rico ni menos apasionante pues los artículos que lo componen proponen numerosas pistas de investigación o reflexión.

Hacia una arqueología preventiva
La arqueología pasó pues de la conservación de los vestigios arquitectónicos y de patrimonio mueble al estudio de los sistemas, de las interacciones sociales, tecnológicas, medioambientales y culturales. Una vez superadas las dificultades del marco legal e institucional de las excavaciones arqueológicas nacionales, se trató, ya bajo la Quinta República, sistematizar el procedimiento arqueológico. La parte fundamental de la obra se interesa por este aspecto de la historia de la arqueología francesa. La arqueología preventiva comienza entonces su combate. Bajo el impulso de proyectos emblemáticos (Saint Denis, Vallée de l’Aisne, la Cour Napoléon del Louvre...), la disciplina recuperaba su retraso respecto de sus vecinos europeos. De manera que a partir de los años ochenta, los arqueólogos franceses se situaron a la vanguardia de la elaboración de una legislación europea común: este planteamiento conducirá a la elaboración de la Carta de Malta, consagrada a una arqueología integrada y que sería adoptada en enero de 1992. La Carta sirvió de base para la ley francesa sobre la arqueología preventiva de 2001.

El libro ofrece una visión de las permanentes relaciones entre arqueólogos, promotores, empresas de obras públicas y representantes políticos; aporta luz, por consiguiente, sobre la historia del Estado francés. Estas relaciones de fuerza y los desafíos que se derivan sitúan la historia de la disciplina en el campo del debate político y de la evolución del papel del Estado. Al hacer la historia del derecho de la arqueología, se cuestiona, por ejemplo, sobre el creciente papel de las autoridades prefectorales en la aplicación de la ley sobre la arqueología preventiva de 2001. ¿Realmente ha sido asimilada por las conciencias de los dirigentes la noción misma de "arqueología preventiva" tan consagrada por los textos? ¿Francia, país de patrimonio e historia, se convertirá finalmente en un país de cucaña para la arqueología?

Una disciplina militante
El reconocimiento y la profesionalización de la arqueología en Francia fueron logros principalmente conquistados por los propios arqueólogos. Las distintas contribuciones del libro comparten esta acción militante en conquistas que serán en lo sucesivo numerosas, en relación con el estatuto profesional, los medios y los recursos. La evolución del oficio de arqueólogo no está exenta, por otra parte, del riesgo de ruptura del vínculo entre aficionados y profesionales, hombres de terreno e investigadores de laboratorio. A aquellos que vean a los aficionados de la disciplina como agradables eruditos campestres, la lectura del libro les hará patente la profunda evolución de la misma. La arqueología es, al mismo tiempo, una práctica y una disciplina, donde confluyen relaciones de fuerza políticas y económicas que construyen la sociedad francesa.

La obra consigue perfectamente ubicar la arqueología en el tablero de las relaciones de fuerza económicas y políticas, afianzando un poco más la disciplina en una realidad objetiva (terrenos de excavaciones, útiles, personal, presupuesto, apoyo a la difusión de los resultados). A pesar de las sucesivas leyes y avances recientes, estas relaciones de fuerza están en permanente redefinición. Por otra parte se añade un problema a las dificultades de imponer la prescripción sistemática de las excavaciones preventivas: la relación entre excavación arqueológica e investigación para la difusión de los resultados. ¿Quién debe garantizar la publicación de los descubrimientos arqueológicos? Los autores no hacen más que sobrevolar este contencioso, pero se siente aflorar aquí y allá conflictos internos entre los propios representantes de la disciplina.

"Haber sido..."
Con este libro se aprende mucho sobre la fábrica del conocimiento arqueológico. Pero para entender el producto de esta fábrica, es decir, el conocimiento arqueológico en sí mismo, será necesario esperar un tiempo. Las relaciones entre arqueología, paleontología, antropología, etnografía y sociología, la contribución de la combinación de estos conocimientos en la evolución del conocimiento de Francia merecerían desarrollarse. Pero la obra ya es suficientemente rica y es necesario destacar el esfuerzo de concisión a lo largo de esta relación de veinte artículos. Corresponderá ciertamente a las ediciones La Découverte aportar en una próxima publicación las contribuciones fundamentales de la arqueología a la forma en que pensamos nuestra historia y al lugar que ocupa el hombre en el mundo. La arqueología es la causa en efecto de numerosos " heridas narcisistas" para las civilizaciones occidentales: ruptura con el relato bíblico sobre los orígenes del mundo en el siglo XIX, ruptura con el esquema euro-centrista y lineal de desarrollo de las civilizaciones en el siglo XX, redescubrimiento de las redes de intercambios comerciales y transferencias de tecnologías a través de diversas áreas geográficas a escala mundial desde el Neolítico, subrayando la movilidad de las poblaciones como factor estructural de la epopeya humana o también el desarrollo de la complejidad de la relación entre el hombre y su medio ambiente… Esta obra rinde pues un bonito homenaje al papel de los arqueólogos en la escritura de la historia. La arqueología como práctica y como disciplina nos recuerda en efecto, rememorando las palabras de Fernand Braudel, que: " haber sido es una condición para ser".

domingo, 25 de abril de 2010

MÁS ALLÁ DE LAS IMPOSTURAS INTELECTUALES

Ricardo González Villaescusa

Texto completo en Apuntes de Ciencia y Tecnología nº 34, Abril 2010, pp. 27-28. Reseña del libro de Alan D. Sokal Editorial Paidós: Barcelona, 2009.

"576 páginas de argumentación fina y de altísimo nivel, bien aderazadas por una gran capacidad de vulgarización científica, esperan a cualquier lector interesado por temas tan variados como la ciencia, la política, la física, la historia o la religión.

El artículo que inicia la antología es precisamente el que dio pie a lo que se ha dado a conocer como el “escandalo Sokal”: Transgressing the boundaries: Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity (...) El libro de Sokal (autor, junto a Jean Bricmont, de Imposturas intelectuales, Paidós: Barcelona, 1999), del que ya dimos cuenta en Apuntes de Ciencia y Tecnología nº 19, 2006, 51-53 (...)

Para el autor, las críticas posmodernas de la adquisición del conocimiento sobre la realidad son infundadas en la medida en que los autores de uno u otro signo manejan equivocada o intencionadamente los conceptos de las ciencias experimentales y en la medida en que la legítima duda se convierte en un “todo vale” por el que se miran con el mismo rasero las conclusiones científicas y las creencias más variopintas: desde el creacionismo a las medicinas alternativas o la homeopatía. (...) Suponen además un estado que socava el espíritu crítico de la ciudadanía a la hora de decidir entre unas u otras opciones o interpretaciones de la realidad; y, lo que es peor, la imposibilidad de desarrollar este espíritu crítico en los países del tercer mundo (...)".

sábado, 17 de abril de 2010

DOS MIL CIENTO CINCUENTA (MMCL) AÑOS DE VALENCIA

Ricardo González Villaescusa
Josep Vicent Lerma

Levante-EMV, 17 de abril de 2010

La ya a tiro de piedra añada de 2012, cuando se estén llevando a cabo las Olimpiadas de Londres, genius loci mediante, tal vez simbolizado por la mitológica esfinge guerrera, progenitora legendaria del linaje valentino, de la excepcional tinaja ibérica del Museu d´Història de València decodificada por el profesor Ricardo Olmos, se cumplirán nada menos que los 2.150 (MMCL) años del establecimiento por Roma a orillas del ancestral río Turia de la civitas Valentia, siendo cónsul en la provincia hispana ulterior Décimo Junio Bruto "Gallaicus", en el 138 antes de nuestra era.

Efeméride que en plena etapa del franquismo desarrollista contó con el precedente, sin excesiva pena ni gloria, del aniversario en 1962 de los "Dos mil cien años de Valencia", auspiciado por el benemérito Ateneo Mercantil y avalado nada menos que por el rigor intelectual de dos sabios de la Arqueología autóctona de reconocida valía intelectual, como los inolvidables maestros de arqueólogos Domingo Fletcher y Miquel Tarradell.

Resultando ignota para los autores de estas líneas, hasta donde nos es posible alcanzar, cualquier anterior noticia local relativa al Bimilenario de 1862, todavía en el crepúsculo decimonónico del reinado de Isabel II. En este contexto conmemorativo dictatorial del pasado siglo XX, tal y como recordaba Manuel Sanchis Guarner en su monumental historia del Cap i Casal, igualmente se insertó dos años antes en 1960 la pomposa celebración oficial sin base histórica alguna del impostado "Milenario del Tribunal de las Aguas", sobre un texto del fabulador arabista J.A. Conde -reverdecida ahora en los imaginarios 1050 años de dicha corte huertana (Levante-EMV, 9-04-2010)-, el quinto centenario de la muerte de Joanot Martorell en 1969 o la postrera reforma neo-barroca de la plaza de la Virgen del arquitecto municipal Emilio Rieta, que enmarca en su interior la losa epigráfica matriz de la ciudad, coronada por el emblemático cuerno de la abundancia de la cabra Amaltea sobre haz de rayos jupiterinos de las primeras acuñaciones de la colonia latina, con el texto del historiador latino Tito Livio "D. Iunius Brutus consul in Hispania is qui sub Viriatho militaverant agros et oppidum dedit quod vocatum est Valentia" y los cultos latines de algún presbítero ilustrado, quizá el recordado canónigo Vicente Castell "sic XXI sic plurima saecula feliciter XXI saeculo expleto".

Antecedentes de escaso pedigrí democrático, con la excepción de los años ilusionantes de la II República, todos ellos anteriores a la recuperación de las libertades formales de nuestros ayuntamientos al albur de la Constitución monárquica de 1978, que deparan ahora, a dos años vista y 2765 ab urbe condita -cuando de tanto en tanto aún es posible desayunarse con titulares tremendistas de El Mundo (3-04-2009) como "Las excavaciones de Ruaya anticipan que Valencia se fundo en el siglo IV a.C." o el fantaseado "Milenario del Reino de Valencia" (Levante-EMV, 26-02-2009)- la providencial oportunidad de festejar institucional y popularmente como se merce la "nascita" de la ciudad filial cuyo nombre vino a marcar el devenir histórico de estos faustos pagos mediterráneos del "Sinus Sucronensis", crisol de culturas, de la misma denominación: Valentia, Balentula, Balansiya, València.

Trascendental evento de naturaleza fundacional, parangonable a la del 750 Aniversario del Nacimiento del Pueblo Valenciano celebrado solemnemente en los años 1988-1989 -en tanto en cuanto no es posible hablar con propiedad de valencianos con anterioridad a la creación ex novo de Valentia-, cuyo futuro éxito colectivo, materializable entre otras solemnidades en exposiciones, ciclos universitarios de conferencias, mesas redondas que debatan sobre las precisas regiones de procedencia de sus primeros habitantes de origen itálico, acreditado por la práctica del culto a Ceres de la "Porca Praesentanea" o venideras naumaquias de los modernos centauros marinos de "Veles e Vents" marquianos, va de suyo decir que depende exclusivamente de la voluntad regeneradora compartida de vivir juntos, de los viejos y nuevos colonos valencianos, al modo de la vetusta dual fórmula "valentini veterani et veteres" de sus eternas inscripciones pétreas o lo que es lo mismo de la generalidad de todo el pueblo y sus recuperadas instituciones democráticas (senatus populusque valentinus).